En los años 40, estudios relacionaban dietas ricas en grasas con un aumento del crecimiento tumoral. Desde entonces no se ha dejado de investigar los factores nutricionales que pueden relacionarse con la aparición de la enfermedad. Mucho se ha escrito sobre agentes predisponentes y protectores del cáncer en la dieta. Los más importantes y con capacidad para incidir sobre ellos son:
consumir diariamente varias raciones de frutas y verduras, así como productos integrales. Tanto por la cantidad de antioxidantes y otras sustancias con efecto protector; como por el aporte de fibra, cuyo efecto (sí, ese que todos tenemos en la cabeza) es muy importante en la prevención de muchas enfermedades, entre ellas el cáncer, y muy especialmente el de colon.
Consumo bajo de alcohol
Aumentar el consumo de carnes blancas y pescados en sustitución de carnes rojas.
Evitar el sobrepeso y la obesidad y realizar ejercicio físico diario.
Aumentar el consumo de productos frescos (lavando cuidadosamente frutas y verduras), y usar para los cocinados métodos de cocción que no impliquen alcanzar temperaturas que produzcan humos. De esta manera mantendremos en la medida de lo posible las vitaminas y evitamos la formación de compuestos potencialmente cancerígenos.
Moderar el consumo de grasas, eligiendo el aceite de oliva (más rico en antioxidantes).
Y aunque suena a cliché, es muy importante el mantenimiento de un peso adecuado. Debido a muchos mecanismos distintos se ha visto una fuerte relación entre sobrepeso y cáncer.
TRATAMIENTO NUTRICIONAL DEL PACIENTE CON CÁNCER
En España, más de 1,5 millones de personas padecen cáncer. El seguimiento nutricional de este tipo de pacientes resulta indispensable, por lo importante que es procurar un Estado Nutricional óptimo y lo crucial que puede ser en la recuperación de los mismos un Estado Nutricional malo. Igual que los tratamientos farmacológicos están minuciosamente diseñados de forma personalizada, así debería de ser el tratamiento nutricional.
Este tipo de pacientes sufren alteraciones:
En la ingesta: escaso apetito, alteraciones en el gusto, vómitos, obstrucciones en el tubo digestivo, aversiones a ciertos alimentos.
En la digestión: numerosos procesos digestivos y absortivos no funcionan con normalidad haciendo que lo ingerido no se aproveche como lo haría en condiciones normales.
Alteraciones metabólicas: hay un aumento del gasto energético, así como una bajada de las defensas y las reservas del paciente.
Todo esto suele desembocar un tipo de desnutrición, llamada caquexia, que debe de abordarse para asegurar la recuperación.
En este caso, el papel de la nutrición es mucho más secundario que en la prevención, pero debido las alteraciones en el apetito y en el gusto, es cuando familiares y pacientes más asesoramiento nutricional necesitan. Habitualmente las recomendaciones pasan por “que coma lo que le apetezca cuando le apetezca”, pero son importantes otras pautas como:
- Incluir alimentos ricos en calorías pero fácilmente digeribles
- Aumentar el número de tomas, reduciendo la cantidad
- Eliminar sabores y olores demasiado fuertes
- Evitar temperaturas muy extremas y escoger texturas fáciles de comer
- Es habitual tener que recurrir a suplementos (de la mano de un facultativo) que complementen la toma de alimentos, habitualmente escasa.
Se dice que la información es poder, y ahora que sabemos que unas pautas dietéticas determinadas pueden ayudarnos a prevenir, en parte, esta enfermedad (no perdamos de vista, que únicamente ayudar a prevenir), pongamos lo que está en nuestra mano para alejarnos lo más posible de ella.